GOTAS

Esta es la historia de un niño.

Tenía una cara angelical y de pillo a la vez, y le encantaba charlar de historia, de filosofía y leer libros (de lo que fuese, pero cuanto más gordos mejor).

A pesar de su corta edad la vida lo había trasteado, y sus pequeños huesos habían descansado en varios centros de protección. Su madre desaparecida en combate, y su padre alcohólico, del resto de familia, ni rastro.

Era listo, muy listo, y sabía cómo debía actuar ante los adultos para lograr lo que pretendía.

Pero a la vez, no se adaptaba al mundo de los adultos, estorbaba en clase y se metía con profesores y compañeros.

Decidieron llevarlo a un psiquiatra, que le diagnóstico hiperactividad con déficit de atención, comenzó a tomar unas gotas, y parecía más calmado.

Sin embargo, continúo acumulando expulsiones y se le amenazaba cada vez con castigos más extremos.

Cuando acudía al psiquiatra, éste le pedía que tomase más gotas, ya que estaba claro que era cuestión de cantidad, y que el problema era que no tomaba las suficientes, y que cuantas más tomase, más seguridad de que se comportaría mejor en clase.

Un día, por esto de la crisis, le dijeron que se tenía que ir, que cerraban el centro de protección y que tenía que abandonar la habitación donde había dormido los últimos años, tenía que apartarse de aquellos compañeros que se habían convertido en sus hermanos, tenía que despedirse de aquellos educadores que se habían convertido en sus padres.

Ahora se iría a un nuevo centro de protección, a un nuevo instituto, a una nueva habitación, con nuevos compañeros, con nuevos educadores, con nuevos profesores, a un pueblo que no conocía…

Lo único que trasladaba de su anterior vida en esta nueva mudanza era un puñado de ropa, unos libros gordos, muchos recuerdos y unas gotas.

No dudo que lo primero que harían al llegar a su nuevo centro de protección sería pedir cita con el psiquiatra de infanto-juvenil, que seguramente le diría que tenía que tomar más gotas, porque estaba claro que el problema radicaba en que todavía no tomaba las suficientes para comportarse como debería.

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Director de Proceso Psicología
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2 respuestas a GOTAS

  1. jpsicologa dijo:

    Es normal que los niños jueguen, se dispersen y cambien de actividad: son niños y quieren explorar, descubrir y aprender. El problema grave sería un comportamiento opuesto: un niño quieto, sedentarios, sin interés por nada…
    Es cierto que hay que tratar a los niños con TDAH pero en la mayoría de los casos no necesitan medicación, unas pautas de conducta, seguimiento, apoyo por parte de padres y educadores… de nada sirve medicarlos constantemente. Esa tiene que ser la última solución, es la más sencilla de aplicar pero ¿acaso es la mejor? Es una forma de aplazar el problema, de taparlo, de engañarnos…
    Si pensamos en la salud de los pequeños no debemos medicarlos como primera solución, sino en trabajar con ellos, educarlos, enseñarles.

    Es muy interesante la historia y duramente real.

    Un saludo y enhorabuena!

  2. A mi me ha emocionado la historia. Pequeña, pero con una chicha fabulosa. Delicadamente cruda. Lógicamente la medicación es un soporte, ayuda a llevar pa`lante una mala situación. El problema es cuando a nadie se le ocurre nada más, y entonces sólo queda aumentar la dosis. ¿Hasta cuando? Aunque te mediques, va a seguir lloviendo.
    Me encanta este blog

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